Todos tenemos una vida interior

Aprendamos a cultivar esta vida en Dios

Si yo quisiera compartirte en pocas palabras lo que implica una vida interior te diría que conlleva la comprensión de lo que somos según Dios, el descubrimiento de nuestra misión y del plan de vida que cada uno de nosotros tiene; y que lo lleva a la mejor y más plena realización de lo que es, de lo que siente, de lo que ama, de lo que experimenta…

Para llegar a esta plenitud y a este descubrimiento el hombre requiere, como nos decía su Santidad Juan Pablo II, el contacto con Dios por medio de la oración; pues sólo Dios revela al hombre el propio hombre ( varón y mujer).”

Amar a Dios con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el ser y al prójimo como a nosotros mismos.

Amar a Dios con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el ser y al prójimo como a nosotros mismos.

Llegar a esta luz implica salir de la oscuridad, de las tinieblas que enceguecen en nuestro propio entendimiento nuestra capacidad de discernir y de ver las cosas con la sabiduría y en la proporción de lo que es pasajero, efímero, temporal versus  lo que tiene una implicación  de proporción  eterna y real.

Para llegar a esta claridad debemos salir del rango de nuestros caprichos, de nuestra inmadurez, de nuestro amor propio, de la esclavitud que implica el dejarnos llevar por las pasiones, por los apetitos no dominados bajo el señorío de nuestra razón y de nuestro amor más profundo y bello que es el Amor a Dios.

Por ello la vida interior auténtica nos lleva a ser LIBRES, a crecer en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres, a comprender lo que es estar en el mundo sin ser del mundo y a vencernos no sólo a nosotros mismos; sino también, a los enemigos del alma: mundo, demonio y carne.

Empecemos, este camino de vida, con propósitos que nos hagan más libres; con la libertad de los hijos de Dios.Esto se cumplirá plenamente si decimos con Jesús, en Jesús y por Jesús: “Hágase en mi según tu Palabra.”