Tratado sobre la Oración

El Poder Supremo de la Oración

El sentido de la vida de cada una de nosotros sólo tiene su respuesta en Dios, porque no fuimos creados para las cosas; sino para señorearlas a ellas, y no fuimos creados para las criaturas; sino para compartir con ellas el gozo del Amor de Dios.

A la unión íntima del Amor aspira Dios en nuestras almas, como Huésped Dulcísimo que mora en nosotros, y el misterio de esa comunión la realiza por medio de las virtudes teologales.
La oración pretende que seamos siempre dóciles a las inspiraciones del Divino Espíritu y quedemos así poseídos de este dulcísimo huésped… Dios nos hizo para Cristo; nos vio en ÉL, nos eligió en ÉL y en ÉL nos predestinó y santificó.
  • “La oración es el fin de toda criatura, es la unión anticipada del alma con Dios.” (Beata Concepción Cabrera de Armida)
  • “La oración es la antesala del Cielo. En ella se descubre Dios mismo.”  (Siervo de Dios Monseñor Luis María Martínez)
  • “Nuestro aprovechamiento está en crecer en gracia y conocimiento de Dios.” (2 Pe 3,18)
Cristo Resucitado tiene que ser, por fuerza, el camino de la oración; cualquier método o estilo es bueno si ÉL está dentro… un Estar con ÉL… Él me mira y yo le miro.
Si lo que necesitamos es a Cristo, y Cristo está Presente, mirando y dándosenos, entonces la ora­ción aspirará necesariamente a la simplicidad.  Suele llegar el momento en que ya no se necesita hablar. Es una comunicación de Dios cada vez más total…
Aquí es donde, de manera especial, San Juan de la Cruz anima a la simplicidad en la respuesta del hombre; todo mi ser empeñado con advertencia amorosa, simple y sencilla, en ÉL.
  • “Si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella…” (San Juan de la Cruz)
Se busca el encuentro, no la sen­sación del encuentro.  Escu­chando que Cristo es nuestro, también las gentes son nuestras, y los justos y los pecadores…, y Cristo nos invi­ta a servirles.

Quienes oran tienen la responsabilidad del mundo.  Este Cristo es el Cristo que lo engloba todo: nos invita a estar con ÉL, de modo que ÉL, por medio de nosotros, pueda estar con todos. (Cfr. Anexo sobre “La Doctrina de las Indulgencias”; según Pablo VI)

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